sábado, 18 de octubre de 2008

La Calidad Efìmera de la vida




La celebración de una de las tradiciones Mexicanas, esta cerca y vale la pena conocerla a fondo, para recordar la identidad y fundamentar con claridad y profundidad expresiva nuestras propuestas creativas.



En la cultura Nàhuatl se consideraba que el destino de los seres humanos era perecer, pero este no era el final, porque pensaban que seguirían viviendo de otro modo. La vida se convertía en un viaje, mediante el cual deberían atravesar cada uno de los inframundos, para así poder llegar a alguno de los 13 cielos existentes.

Debido al esperado viaje, los muertos eran enterrados con toda clase de objetos que pudieran serles de utilidad en su trayecto al Mictlán, que era el nivel inferior de la tierra de los muertos. Este nivel estaba situado muy al norte, y únicamente los guerreros muertos en batalla, quienes eran sacrificados y las mujeres que morían durante el parto estaban exentos de tener que pasar por él, dado que el viaje desde la Tierra hasta el Mictlán era el más duro.

Los ganadores del juego de pelota también eran sacrificados, porque ser sacrificado no era malo, ibas con los dioses, era casi lo mejor que te podía pasar junto con morir al dar a luz o morir en el combate.

El nivel más alto de estos 13 cielos era el de la guerra. Correspondía con el dios Huitzilopochtli
que viene del sur.

Hay que tener en cuenta que en los mapas mexicas el sur estaba a la izquierda, que era donde se encontraba el paraíso, dirección contraria a la tierra de los muertos.

Los mexicas se consideraban soldados del Sol, y tenían que realizar esos ritos para que Huitzilopochtli, el Sol, venciese en su combate diario con las estrellas, que representaban la oscuridad y el mal, y así poder salir cada nuevo día.

Realmente fascinante si te sumerges en la histroria, son demaciados los años que hemos estudiado y seguiremos descubriendo los misterios de nuestra cultura llena de tradición, color, texturas.



Señoras del presente y del olvido
las hormigas recorren
los espacios del silencio
arrastrando grumos de vida
hacia el mundo de las sombras

Como vampiros con las alas abiertas
en el horizonte borroso
los escuálidos señores de la muerte
sin proyectar sombra sobre el suelo arenoso
sin ser tocados por el viento o la hora


Entre peñascos rotos que un día acabarán
sobre el sabino antiguo que un día caerá
sin la memoria mínima de los dioses extintos
ni del Bigaña estricto que se volvió humedad
miro el sol que se muere

Bajan las sombras lentas
por los caminos ralos de Monte Albán
y dirigiéndose al otro mundo
atraviesan cuerpos y muroscon su temblor y frío


En el patio ruinosos al borde de una tumba
un sacerdote enjuto con camisas de grecas
arroja su espectro sobre el polvo
y traza con dedo descarnado
la forma de las constelaciones deshechas.


Mitla Homero Aridjis




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